miércoles, 11 de mayo de 2011

Contigo.

Es de esas historias con un poco, bueno, un poco bastante de amor por medio. Pero como todas, tienen sus líos entre medias, y, como todas, salen bien paradas. Y sí, como dijo Sabina puedo ponerme cursi y decir que tus labios me saben igual que los labios que beso en mis labios, pero también puedo ponerme triste y decir que me basta con ser tu enemiga, tu todo, tu esclava, tu fiebre, tu dueña y si quieres también puedo ser tu estación y tu tren. Me conformo con serlo ahora, dejemos el mañana aparcado. La palabra mañana contiene dentro la palabra miedo, y cual miedosa, duermo cada día pensando en qué pasará mañana. Pero también he de decir que, como tonta, duermo pensando si al día siguiente te veré al doblar la esquina a mediodía, pero, igualmente, va con miedo. Llegará el día en que ya no te vea ni a esa hora ni en esa calle, el día en que los mimos sean telefónicos, los abrazos por mensaje, y los besos... ¡los besos qué se yo! Mientras tanto seguiré dejando que me mimes cada segundo, y sí, cuando esté lejos tacharé los días del calendario con colorines para ver como cada día que pasa te echo más de menos para tener tiempo de echarte de más cuando estén todos tachados. Que me alegres las mañanas con tu voz y tus buenos días. Las tardes con los chistes malos y tus carillas. Y las noches con pizza y unos mimos de postre. Así es como quiero que pasen los días. Contigo.